jueves, mayo 22, 2025

¡Soltemos las reuniones!

 


Final del 2019 inicio del 2020, el mundo sufrió un vuelco inesperado debido a una emergencia sanitaria que nos confinó a nuestras casas, desde donde continuamos con nuestros trabajos.

Si bien este llamado a la acción, como individuos, nos tomó por sorpresa, para las empresas fue aún mucho más impactante ya que les hizo dar cuenta de que, aunque estaban muy familiarizadas con conceptos como el de trabajo a distancia, trabajo virtual y la digitalización del trabajo, a la hora de implementarlos en firme, no contaban con los procedimientos adecuados para hacerlo.

Y no nos referimos, únicamente, a contar con la tecnología apropiada, que también.  Hablamos de los procedimientos de ejecución, guía, control y seguimiento que permitieran sostener la operatividad de la empresa, a través, del trabajo a distancia. 

Sentimientos de incertidumbre, temor, inseguridad, la incapacidad de poder entender lo que pasaba y cuáles serían las consecuencias personales, presentes y futuras, se sumaban al no saber cuál era su estatus laboral; si se tenía trabajo o no; si la empresa cerraría o si continuaría con operaciones parciales, en resumen, se necesitaban, además, canales de comunicación efectivos que mantuvieran ese lazo de pertenencia entre todos sus componentes, y es aquí donde ZOOM, y las reuniones vía esta plataforma, entran a tomar el papel protagónico.

Ese contacto personal, aunque fuese a distancia, se convirtió en un cable a tierra, imprescindible, para gestionar el compromiso organizacional y mantener la empresa en funcionamiento.  En ese contexto era entendible la cantidad de reuniones que se realizaban al día, porque en realidad no eran reuniones en sí, era el afianzamiento del intercambio humano necesario, que mantenía con vida a la organización.

Y es por eso, que no nos dábamos cuenta de la cantidad de veces que encendíamos la cámara y nos conectábamos, porque se convirtió en una necesidad que nos confirmaba que continuábamos perteneciendo a un sistema que formaba parte importante de nuestras vidas.

Pero todo pasa, todo llega a su final, y esta emergencia sanitaria cesó, pero la necesidad de reunirnos, no.  En la actualidad, si nos enfocamos en contar cuántas veces nos reunimos al día, nos daríamos cuenta de que la cantidad de reuniones que realizamos, hoy en día, es mucho mayor a la que realizábamos antes de la emergencia sanitaria; es mayor la frecuencia y la duración de estas reuniones; lo que no ha aumentado es la productividad resultante de ellas.

Una se ríe, pero es verdad:  un día, conversando con una colega, me dice ”voy saliendo a una reunión, es la tercera de esta mañana, espero que no sea como la anterior que no sé ni de qué se trataba, no entiendo para qué me invitaron, qué buscaba yo allí (luego hablaremos de la realización de reuniones como herramienta de empoderamiento dentro de la gestión del compromiso), con tanto trabajo que tengo”; alguien la llama y ella le dice, “no, es que voy saliendo a una reunión” y luego “no, es que yo no trabajo”; se voltea y me dice “era fulano, cuando le dije que iba a reunión me dijo, pero tu vives de reunión en reunión, ¿Cuándo trabajas?”.

Esa experiencia fue la que me hizo poner atención a este aumento en la frecuencia de las reuniones y me hizo entender que, sin darnos cuenta, parecía que habíamos desarrollado una dependencia emocional de éstas y que, a más de 4 años de ese episodio, debemos comprender que no es necesario que nos estemos reuniendo constantemente, que podemos volver, sin peligro alguno, a retomar la razón y finalidad reales de las reuniones y, sobre todo, su periodicidad.

El seguimiento que se realiza, posterior, a las reuniones, para constatar que se estén llevando a efecto las resoluciones que en ella se concretaron o si se están realizando las tareas designadas, es imprescindible para medir la efectividad de los objetivos de su realización; si los resultados de estas reuniones son pírricos o nulos, es hora de cesar.

Recordemos que las reuniones son instrumentos de trabajo operativo cuya finalidad es definir un objetivo determinado y, dar seguimiento, cuantificar y medir los resultados de una tarea asignada.

Son herramientas indispensables en el proceso organizativo y operativo, del día a día organizacional, pero no debemos abusar de su ocurrencia, ya que perderían su impacto y no se lograrían los resultados esperados.