Durante la mayoría de mis clases, trato de ponderar con asiduidad la necesidad de ser creativos en la búsqueda de soluciones a problemas cotidianos; simplemente, porque habrá momentos en que no podremos aplicar la solución más lógica o la que estemos acostumbrados a implementar de manera cotidiana, siempre que se nos presenta algún inconveniente.
Es en ese momento en particular, cuando lo normalmente realizado no puede hacerse, que debemos recurrir a soluciones creativas. Hoy en día, la tecnología se ha convertido en un arma de doble filo para muchos profesionales, ya que están tan habituados a su uso que cuando se ven sin ella, simplemente, no trabajan. Se quedan estancados hasta que los técnicos resuelvan el problema lo cual, muchas veces, puede durar hasta días, y mientras, sus tareas se van acumulando. Me gustaría ilustrar con el siguiente ejemplo, la importancia de la creatividad en el área de trabajo.
Bette Nesmith Graham, poco después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, era una ama de casa norteamericana común y corriente; divorciada y con un hijo pequeño a quien cuidar, decide estudiar Taquigrafía y Mecanografía, y encuentra trabajo como Secretaria Ejecutiva.
Su incursión en el mundo laboral llega casi de la mano de las primeras máquinas eléctricas salidas al mercado, las cuales suponían un ahorro en el tiempo de mecanografiado de las correspondencias pero un inconveniente para la corrección de los errores.
Pronto la señora Graham se encontró con el problema de que, con el uso de la máquina eléctrica, los errores no podían ser corregidos de la manera usual ya que la tinta no se borraba, por lo que decidió buscar una forma de resolver "su" problema.
Usando la mezcladora de su cocina se dispuso a crear una sustancia con la cual ella pudiera cubrir sus errores mecanográficos. Esta mezcla consistía básicamente en un poco de pintura tempera con base de agua a la que añadió un colorante del mismo color del papel que usaba en su oficina. Así, un día llegó a su trabajo armada con un potecito conteniendo esta sustancia y una brocha pequeña para pintura de agua. Una vez cometido el primer error, lo cubrió con ella y así continuo haciéndolo cada vez que le sucedía. Los errores se volvieron imperceptibles a los lectores y su jefe tardó bastante tiempo en darse cuenta de lo que sucedía.
Pronto, sus compañeras empezaron a pedirle que les diera un poco de ese líquido corrector y en ese momento le surge la idea de envasarlo y venderlo.
Ella empieza a distribuir el producto entre las secretarias del edificio con el nombre de "Mistake Out". En 1956 crea Mistake Out Company, la cual estaba ubicada en la cocina de su casa, donde preparaba la mezcla ya armada con un mezclador eléctrico; ésta era envasada por su hijo Michael Nesmith, quien más tarde se convertiría en el famoso guitarrista del grupo "The Monkees", y los amigos de éste. Así continua la historia, el producto va evolucionando. Se le cambia el nombre por el de "Liquid Paper" y en el 1980, seis meses antes de morir, Bette Nesmith Graham vende su compañía a la Empresa Gillete, por $47.5 millones de dólares.
Con esta historia no quiero garantizarles que, las soluciones creativas que ustedes den a sus problemas de oficina cotidianos, les van a reportar la misma notoriedad y beneficios, aunque, ¿quién sabe?; lo que sí les puedo asegurar es que les evitarán pérdidas de tiempo en el cumplimiento de alguna tarea y les permitirán descubrir otras opciones, posiblemente insospechadas, para la realización efectiva y eficiente de su trabajo.