La Mujer que llevó el
Secretariado de un oficio a una profesión.
Hoy, las mujeres
occidentales gozamos de ciertas libertades sociales, las cuales, desafortunadamente,
damos sentadas, sin pensar en que esto no siempre fue así, y que hace
aproximadamente 120 años, la situación de la mujer, sobre todo en el campo
profesional y laboral era, por decirlo de alguna forma, muy difícil.
Desde finales del 1800,
el trabajo de oficinas empezó a cambiar, dando paso a una participación más
significativa de las mujeres. Primero,
por inventos como el Teléfono, la Máquina de Escribir de Sholes, la Máquina
Calculadora o el Dictáfono, los cuales modificaron drásticamente el ambiente y
las condiciones de trabajo. Segundo,
porque la participación de los hombres en los oficios regulares se veía
mermada, básicamente, por los conflictos bélicos, ya que estos debían dejar sus
trabajos regulares para ir a luchar a los campos de batalla, como lo sucedido
durante la Guerra Civil Norteamericana (1861-1869), cuando el Departamento del
Tesoro contrató 1,500 mujeres como secretarias, y finalizada la guerra, el
Gobierno Federal dio prioridad a la contratación de las viudas que habían
perdido sus maridos en la guerra; y tercero, debido a que los avances en materia comercial,
administrativa y de negocios, llevaron a
requerir profesionales en esas áreas; es así como en el 1893 empiezan a surgir Escuelas de Secretariado por toda la costa
este de Norteamérica, pero aun así, para inicios del 1900, los hombres
continuaban siendo los que, comúnmente, trabajaban como secretarios; estos eran
preferidos, básicamente, por su género, por el cual resultaban más confiables a
la hora de llevar los asuntos privados y confidenciales de sus jefes.
Katharine Ryan Gibbs,
a comienzos del Siglo XIX; era una mujer de 46 años, viuda y madre de dos niños
a quienes debía sacar adelante; todo lo cual pareció funcionar como el
catalizador necesario para que esta creara la mejor institución educativa de su
clase: La Katharine Gibbs School (1911),
sujeta a la frase familiar “¡Aférrate a tu propósito!, la cual se
convirtió en el mantra de su Escuela por más de 100 años.
En 1910, Mary, la
hermana de Katharine se inscribió en la Providence School for Secretaries, aunque
para esa época, las mujeres que querían ejercer el secretariado eran mal
vistas, considerándoseles como usurpadoras, oportunistas y arribistas. Un año después, 1911, cuando Mary, se gradúa,
el ambiente laboral continuaba siendo poco menos que hostil para las
mujeres. Imagínense un escenario donde
hasta un reconocido doctor de la Escuela de Medicina de Harvard fue capaz de
decir que “la educación superior podría causar la atrofia del útero”; donde los
hombres eran los “secretarios”, mientras que las mujeres eran identificadas por
la función que realizaban o el equipo que utilizaban, por lo que eran
mecanógrafas, dactilógrafas, redactoras, archivistas, nunca secretarias. (En la historia del secretariado en
Hispanoamérica, tenemos referencias muy similares; en Tiempos Feudales las
mujeres que ocupaban las funciones de los Secretarios de los Señores o Nobles,
mientras estos estaban en los campos de batalla o enfermos; además de que eran sus familiares cercanos
como esposas, hijas, hermanas, eran
designadas como "Castellanas”; mientras que hasta hace muy pocos años los
diccionarios en español definían a la Secretaria como la “esposa del
secretario” o “la mujer que realizaba las labores del secretario”). Es en ese momento cuando Katharine y su
hemana, deciden que era hora de cambiar esa imagen.
Al principio la
escuela de Katharine, no estaba dirigida únicamente a las mujeres, por el
contrario, era una escuela mixta, pero las guerras no solo afectaban la afluencia
de hombres a los puestos de trabajos, también, su asistencia a los centros
educativos y es así como la Primera Guerra Mundial mermó la presencia de los
estudiantes en la escuela de Katharina, lo que hizo que ella se enfocara en las
mujeres, y con tal éxito, que luego de un tiempo, las personas empezaron a
identificar su escuela como una institución femenina.
La Escuela empezó a
destacar por la calidad de sus clases y sus egresadas; pero Katharina, tenía
otro sueño, el de que algún día su escuela dejaría de entrenar secretarias y
empezaría a formar mujeres ejecutivas; su deseo era formar a las mujeres para
una vida donde gozaran de independencia emocional y financiera: por lo que
cambió el programa de clases que se desarrollaba en su escuela por uno
que abarcaba mucho más que la mecanografía y la dactilografía, incluyendo
clases de vestuario, comportamiento y refinamiento personal.
Para el momento de su
muerte en el 1934, la Escuela para Secretarias de Katharina Gibbs, había
formado miles de secretarias ejecutivas.
Sus egresadas tenían una gran reputación por sus habilidades de
oficinas, organización, puntualidad, excelente preparación y su impecable forma
de vestir y conducirse. Sus Manuales de
clases y su Revista escolar “The Gibbsonian”, eran muy demandados no solo por
sus estudiantes, sino por el público en general, y los hombres, regresaron a
sus aulas. Sus estándares de calidad se
mantuvieron aun después de su muerte; las principales revistas y periódicos de
los Estados unidos escribían artículos donde destacaban la calidad excepcional
de los egresados de la Escuela, como el de Newsweek (1943) que la describió
como “La Escuela para Súper Secretarias” o el publicado en el 1986 por el New
York Time que la consideró la “Mejor Escuela Secretarial”.
Aunque la familia
Gibbs, vendió la Escuela al grupo Macmillan Publisher, en el 1968, la Escuela
se mantuvo como un gran referente en la formación profesional de Secretarias en
todo Estados Unidos, hasta el día de su cierre.
Tanto la familia Gibbs como sus dueños posteriores se aseguraron de
mantener los criterios, estándares, programas y manuales creados por Katharine
Gibbs, respetando su visión, sus valores, su devoción por la educación y su
espíritu perseverante.
La Escuela para Secretarias de Katharine Gibbs,
cerró en el 2011. Durante esos 100 años
de funcionamiento sus orgullosos egresados ocuparon puestos de gran importancia
dentro del tren administrativo norteamericano e internacional. Tan altas eran sus referencias como escuela
profesional que fue considerada como la Harvard de las Escuelas Secretariales.